Tras la belleza surrealista del Salar de Uyuni, nos topamos con la realidad boliviana en Potosí. Aunque nuestra visita a las minas fue también surrealista, ¡no te la pierdas!

¡En Potosí fuimos mineros por un día!
Índice linkable del artículo
- 1 Primer contacto con Bolivia: la magia del Salar quedó atrás
- 2 Planifica tu viaje a Potosí por tu cuenta con estos descuentos
- 3 Reserva online tu transporte: tickets de bus, tren, barco, coche
- 4 Welcome to Bolivia: ¡aquí las cosas son así!
- 5 Llegada a Potosí
- 6 ¿Preparando tu viaje a Bolivia? Accede a nuestras guías GRATIS:
- 7 No viajes a Bolivia sin seguro médico de viaje
- 8 Potosí: Visita a las minas del Cerro Rico
- 9 Desdramatizando en el final del recorrido por la mina
- 10 De vuelta a la ciudad de Potosí
- 11 ¿Buscas vuelos y alojamientos para Bolivia?
- 12 Mapa de Potosí
Primer contacto con Bolivia: la magia del Salar quedó atrás
Cuando uno viene de recorrer durante meses tierras argentinas y chilenas y se ha acostumbrado al carácter afable y atento de sus gentes, el primer contacto con Bolivia puede decepcionar: los bolivianos son tímidos, reservados, desconfiados e incluso rudos a veces. Cuanto antes lo acepte uno, mejor irá todo después. Son especiales, les cuesta sonreír, ¡pero no son mala gente!
Nosotros nos lo tomábamos en coña, pero al principio es extraño entrar en una agencia para que te informen sobre los billetes de autobús, y que la señorita te responda con monosílabos mientras mira el móvil. O preguntar al staff del hostel cosas para ver en la ciudad y que ver en su cara que le estás molestando y que te va a soltar un par de datos perdonándote la vida. No siempre es así, pero se repite de vez en cuando.
En esta ocasión nos alojamos en el Hostel La Casona, muy bien ubicado, bien de precio y bastante acogedor a pesar de tener muchísimas habitaciones.

Los bolivianos son algo especiales… ¡y las vestimentas de sus mujeres son auténticas!
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En nuestra vuelta al mundo, cada vez que cambiábamos de país teníamos que encontrar de nuevo una web nacional o portal donde poder comprar billetes de bus, registrarnos de nuevo… ¡era un rollo! Encontramos a faltar un portal web mundial que te permitiera reservar billetes de tren o autobús en cualquier país del planeta. ¡Pues eso por fin ha cambiado!
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Welcome to Bolivia: ¡aquí las cosas son así!
Salir de Uyuni no fue coser y cantar. Habíamos comprado un boleto a Potosí el día anterior por sólo 4€ (¡en Bolivia los buses salen a 1€ la hora!), pero al llegar a la calle donde debía salir el bus, la chica nos dijo que deberíamos esperar un par de horas porque finalmente nos llevaban en otra compañía. ¡Welcome to Bolivia! Ésta sería nuestra frase más repetida. Por lo visto a esto también se ha de acostumbrar uno, ¡aquí las cosas funcionan así! Jeje
El tiempo de espera lo invertimos en hacer nuevas amistades, y así conocimos a Camille y Jonathan, dos franceses (¡últimamente sólo vemos franceses!;) que se encontraban en la misma situación que nosotros. Mientras charlábamos de nuestros viajes sólo se escuchaba a las mujeres de las diferentes agencias gritar los destinos de los buses, algo típico en Bolivia. Además es curioso porque todas ponen la misma voz, un rollo Pepe Viyuela que se te mete en el oído y te exprime el cerebro… “¡Potosí Potosíiiiiiiiii!”… ¡Dios, cierro los ojos y aún escucho esas voces! ¡Qué ganas de salir de Uyuni! Jaja
Por fin salió nuestro bus y nos encontramos con otra cosa a la que nos teníamos que acostumbrar: la música. En muchos buses suelen poner música boliviana (esta con flautitas y tal) a todo trapo. Teníamos un bafle justo encima de nuestras cabezas, y ni siquiera el conectarnos nuestros auriculares hizo que desaparecieran esas flautas, que al principio suenan simpáticas pero tras un par de horas parece una tortura. Creo que por un momento prefería los gritos de las mujeres que decían “¡Potosí Potosíiiiiiiiii!
Llegada a Potosí
Por fin, tras cuatro in terminables horas, llegamos a Potosí. Nos sorprendió la primera estampa de la ciudad: un mar de tochos esparcido por la montaña. Y es que en Bolivia casi todos los pueblos son así, con miles de casas en empinadas cuestas, y muy pocas de ellas revestidas de cemento y pintadas, como a medio construir.
Pero cuando llegas al centro la cosa cambia: edificios de aspecto colonial, iglesias, plazoletas y callejuelas dignas de cualquier pueblo español, siempre con las omnipresentes «cholitas» esas mujeres de mediana y avanzada edad que visten a lo Bolivia style, con falda, sombrero de copa redona, manto y siempre con dos coletas. ¡Muy auténticas! Para nosotros es lo más carismático de este país, además de ser unas currantes como dios manda. ¡Si sonrieran ya sería la hostia!
En Potosí no hace precisamente calor, ya que estamos a 3900m. Por cierto está lleno de copisterías y abogados, ¡no entendemos muy bien porqué! Las aceras son estrechísimas y hay que tener mucho cuidado con los coches, que por cierto son casi todo furgonetas y buses que sueltan un humo negro imposible de no respirar. ¡la contaminación es horrible!
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No viajes a Bolivia sin seguro médico de viaje
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Pero no todo son desventajas. ¡En este país puedes comer por un euro y pico!. En vez de ir a los sitios para turistas, tienes que buscar los comedores donde van los locales. Se distinguen por las pizarras que ofertan “almuerzo familiar”, y siempre son dos platos. ¡Por primera vez es más barato ir de restaurante que comprar en el supermercado y cocinar tú! En los mercados también puedes encontrar este tipo establecimientos. ¡A nosotros nos encantan!

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Potosí: Visita a las minas del Cerro Rico
No puedes irte de Potosí sin visitar las minas del Cerro Rico, a las afueras de la ciudad, las mismas que enriquecieron en su día a los españoles (de ahí la expresión “vale un Potosí”) y las mismas que en la actualidad se siguen explotando con técnicas no tan avanzadas como cabría esperar. Ahora entenderéis lo que queremos decir.
En el hostel nos ofrecían la visita por 11 €, pero comparando en las agencias lo puedes encontrar un poco más barato. Al coste hay que sumarle 1,3€s para comprar regalos a los mineros, como refrescos, hojas de coca (les hace estar más alerta, no dormirse) y alcohol de 90 grados (¡como el de las heridas pero potable! Les hace perder el miedo dentro de la oscuridad de la montaña… y encima desinfecta;).
En la primera parada para comprar dichos presentes, aprovechamos para integrarnos y probar la hoja de coca. Te metes un puñado de hojas en un lado de la boca (como si fueras un hámster) y se va deshaciendo. Cómo os lo diría… no es que sea un sabor muy amargo… ¡es malo directamente! Pero más malo aún es cuando lo mezclas con una piedrecita hecha de bicarbonato y no sabemos qué más, que actúa como catalizador del efecto, y hace que la mezcla en tu boca se haga más asquerosa y acabe durmiéndote el moflete como cuando sales del dentista. ¡Un gustazo!

Mamá, la hoja de coca no es droga… ¡¡puajj!
La verdad es que tuvimos mucha suerte y nos tocó un grupo muy majo: un chico de Buenos Aires (Carlos), una pareja de española y argentino (Belén y Darío) que querían terminar su viaje viviendo en Ecuador, y Susan y Daniel, una pareja de portuguesa y francés con raíces uruguayas…¡para todos los gustos!

Nos tocó un grupo genial… ¡no sería el único día que nos veríamos!
Llegamos a la mina y ya desde fuera pudimos ver que lo que allí había no era tecnología punta. De hecho, muchas de las tareas se siguen realizando de la misma manera que en la colonización, con toda la peligrosidad que ello conlleva.

Tareas habituales en las minas de Potosí. La tecnología y las medidas de seguridad aún no han llegado a Bolivia.
Al principio fue un poco claustrofóbico, pero la curiosidad nos hacía no querer volver atrás. Cada rincón que se veía hacía volar tu imaginación, en mi caso incluso rememorando momentos como el de Indiana Jones con las vagonetas (a todo esto Erika no decía ni mú, sólo se concentraba para no salir corriendo de allí;).

¿Por ahí tengo que bajar? … ¡glups!
Por otra parte, las duras condiciones en las que trabajan no suponían ninguna diversión. La esperanza de vida es más bien corta: a los 15 años de respirar el polvo de los minerales empiezan a desarrollar dolencias respiratorias como la silicosis, y a los 30 años trabajados suelen morir de cáncer. Todo esto si no hay ningún accidente, que también los ha habido y los habrá.
Por si fuera poco, nos enteramos que hay una película-documental llamado “La mina del diablo” que explica la historia de un niño que desgraciadamente trabaja en esa mina. ¿También trabajan niños aquí? Nosotros no vimos ninguno, pero estamos intentando ver el documental para saber más sobre el tema. La conexión a Internet en Bolivia es pésima y aún no nos ha permitido verlo, pero si os pica la curiosidad la podéis encontrar aquí.
Por todo lo comentado, en algunos momentos nos parábamos a pensar si era correcto que aquello fuera una atracción turística, un dilema parecido a lo que nos pasó con las favelas de Río de Janeiro. Pero luego creemos que no debíamos sentirnos mal. Nosotros aprendemos historia y nos enseñan una mina como nunca la hemos visto, y ellos reciben conversación y obsequios que necesitan para el día a día. Nuestra impresión es que en Potosí hay más opciones para trabajar, pero cuando un minero cobra más que un político, puede ser tentador poner precio a tu salud. Creemos que en ese punto cada uno elige el aprecio que le tiene a su vida… No sé si cuando veamos el documental nos arrepentiremos de tener esta opinión, ¡si lo has visto no te cortes y comenta el post!
Desdramatizando en el final del recorrido por la mina
En el último tramo de la mina la cosa se puso seria y tuvimos que bajar quince metros por unas escaleras de mano que acojonaban.
Al llegar a una pequeña “estancia”, nos sentamos con el guía y un minero (más abierto que todos los que habíamos visto) y compartimos unos chupitos de alcohol, mezclado con soda esta vez. El ritual es el siguiente: se llena el tapón con el brebaje, se tira unas gotitas al suelo para hacer una ofrenda a la Pachamama (la madre tierra) para pedirle que el día sea provechoso y que no haya desgracias personales, y por último se bebe.

Con el último minero, brindamos con alcohol puro e hicimos una ofrenda a la Pachamama. Bueno, ¡unas cuantas!
Chupito a chupito el tema se fue animando y comenzaron las risas. Fue tan inesperada aquella situación que lo hacía más excitante. Estuvimos como 45 minutos charlando y divirtiéndonos, ¡tanto que ya no nos acordábamos de la inseguridad que teníamos al entrar!
Pero había que ser responsable, ¡no hay que bajar la guardia nunca!… había pozos de 20 metros de profundidad ¡y aún teníamos que salir de allí! No sin antes visitar al Tío de la Mina, una especie de imagen con forma de diablo con el que brindamos por última vez, y al que los mineros le dan ofrendas en forma de hojas de coca, cigarros y alcohol, para pedirle la misma suerte que a la Pachamama.

Al Tío de la Mina le hicimos ofrendas… ¡en nuestro caso para pedirle salir sanos y salvos de allí!
Como se ve en alguna foto, suelen haber adornos de colores ya que allí dentro celebran la Fiesta del Carnaval Minero. Es más, se ve que cada viernes, que es el último día laborable de la semana y es cuando cobran, lo celebran a su manera. Si os seduce la experiencia vivir esas celebraciones con los mineros, haced la visita a las minas un viernes. Nosotros a día de hoy no sabemos si es una buena idea, jaja.
De vuelta a la ciudad de Potosí
Como el alcohol une, fuimos todo el grupo a comer. Algunos aprovechamos para subir a la Torre de la Compañía de Jesús, donde pudimos contemplar la ciudad de Potosí desde lo alto.

Vistas de Potosí y del Cerro Rico, donde se encuentran las minas que acabábamos de visitar.
Tocaba despedirse de Potosí, con el sabor agridulce de haber vivido una experiencia única pero sin poder dejar a un lado las caras de esos mineros por los cuales no te cambiarías por nada del mundo. Nuestro viaje continuaba, pero ellos iban a volver a esa mina del diablo un día tras otro, quien sabe hasta cuando.
Pero su destino no estaba en nuestras manos y no podíamos hacer nada por ellos, sólo dar a conocer su historia y rendirles homenaje con este post. Esperemos que os haya gustado y os haya hecho pensar en lo afortunados que somos. ¡Nosotros así lo hicimos!
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Mapa de Potosí
Os esperamos en unos días con nuevas historias, esta vez desde Sucre. ¿Qué nos deparará la “otra” capital de Bolivia?
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